viernes, 11 de octubre de 2013

Odio a esa mamá

Odio a esa mamá que pierde la paciencia con sus hijos.

Odio a esa mamá que grita como una posesa.

Odio a esa mamá que gestiona las perretas como si fueran un pulso.

Odio a esa mamá que regaña, amenaza y castiga.

Odio a esa mamá que se muestra implacable.

Odio a esa mamá que deja llorando a sus hijos.

Odio a esa mamá que es susceptible y repugnante.

Odio a esa mamá que no se pone en el lugar de sus hijos.

Odio a esa mamá que actúa sin pensar.

Odio a esa mamá cuando entra dentro de mi casa.

Odio a esa mamá cuando grita desde el fondo de mi garganta.

Odio a esa mamá cuando frunce el ceño en mi cara.

Odio a esa mamá cuando mira a mis hijas con mis ojos.

Odio a esa mamá cuando agarra a mis hijas con mis brazos.

Odio a esa mamá cuando no escucha a mis niñas con mis oídos.

Odio a esa mamá cuando toma el control de mi vida y me lleva por caminos que no quiero seguir, a lugares a los que no quiero llegar.

Odio a esa mamá, porque sé que esa mamá también soy yo, una parte de mí que intento controlar y mantener alejada de mi vida; pero que sale al exterior cuando bajo la guardia: Cuando acumulo noches sin dormir, cuando me encuentro mal, cuando la vida me puede, cuando los días más que torcidos están atravesados...

Y, cuando la veo, intento dar un paso atrás, ver las cosas con perspectiva, buscar a esa otra mamá, que también soy yo y que se parece más a lo que quiero para mis hijas.

Pero a veces la espiral tira de mí y estoy tan atrapada en el momento y las circunstancias que ni siquiera me doy cuenta de que Mrs. Hyde está al mando.

Luego vienen las disculpas, los perdones y las reconciliaciones. Los niños son así de maravillosos, nos perdonan hasta que seamos padres horribles de vez en cuando.

Odio a esa mamá y quiero que se vaya para siempre. Voy a ponerle las maletas en la puerta, para que se largue, y a rezar para que no vuelva.

¿Vosotras también tenéis momentos en los que odiais las mamás en las que os convertís?

2 comentarios:

  1. Nunca entendí por qué mi madre se echaba a llorar después de echarnos la bronca. Hasta ahora. Pierdo los nervios, me llevan los demonios y luego me derrumbo pensando que no quiero ser así.

    Menos mal que he aprendido a contar hasta diez :)

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    1. ¡Cómo cambia la percepción que tenemos de nuestros padres cuando tenemos hijos! Yo les quiero y admiro mucho más ahora que entiendo mejor las cosas vistas desde sus ojos.

      Yo pienso que cuando un adulto trata mal un niño, cuando le regaña, incluso cuando le castiga, es prueba de su propia incapacidad para enfocar las cosas de otra forma más constructiva. Y, a veces, yo también experimento esa incapacidad.

      ¡Cuánta humildad hemos de aprender cuando somos padres! Humildad para pedir perdón cuando nos equivocamos y también para no juzgar lo que hacen otras personas.

      Supongo que es una de las cosas por las que ser madres es una gran oportunidad de convertirnos en mejores personas que las que éramos antes.

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